On Migration, Grief and Uprooting
“1537 veces te he pedido que nunca me dejes”
― Álvaro Bermeo
Junio de otra vida
En otra vida caminaba yo en esta playa. Caminaba durante uno de los atardeceres más lindos que mis ojos habían visto pero, lo que mi consciencia no anticipó en ese momento, es lo mucho que estaba pensando en todo menos en vivirlo. Si hubiese sabido que esa vida se terminaría poco tiempo después, probablemente hubiese saboreado profundamente cada segundo de esa vida. Pensarlo así, como lo que es, otra vida, hoy me aliena de mí misma.
Hay una distancia entre quien soy hoy y quien solía ser esa mujer que habitaba este cuerpo en esa vida, ¿qué parte de ella todavía reside en mí?
Ella sigue aquí.
La que se recuesta sobre el manso mar con las piernas en dirección mar adentro. Ella que insiste en querer mirar el atardecer mientras su cuerpo flota en el agua.
Está sola.
Las olas suaves acarician su espalda, sus piernas.
Llora,
ríe,
siente.
Siente y le entrega al mar todo lo que no pudo entregar a quien ella hubiese querido.
Vive ese momento mientras el sol se esconde y, en conexión con el mar, no quiere enfrentarse a la brisa fría, a existir fuera del agua cálida del mar en el ecuador.
Ella sigue aquí:
Ella,
la que no quiere existir sin el cobijo del Pacífico.
Sangrando al Sur
Tal vez es el chuchaqui,
o los pasillos,
pensar en la escuela quiteña.
En Caspicara.
ya es un año, pienso.
Si no es un año, ¿no duele?
Duele.
Y se siente.
La distancia. La ausencia.
Pero cuando se cumple cada año,
todo pesa más.
Caminaba a la orilla de aquel río del Norte,
buscando la entrada al mar.
disociando me vi junto a lo amado.
disociando me preguntaba
¿cómo he llegado hasta aquí?
la vida ha sido dura,
ha sido buena, pensaba.
sin embargo,
qué tan lejos está la otra vida.
¿fue un sueño o es este el sueño?
sosteniendo la mano amada
pensando en el Sur que amaba.
Los Andes
Ellos no entienden que,
así como el agua les corre
por las deltas de su cuerpo,
las montañas a mí me habitan
como grandes dragones respirando fuego.
Las montañas me habitan
que para asentar lo tumultuoso de la vida
necesito de lo suave del pajonal.
La niebla,
el olor de la tierra.
La piel y el páramo haciéndose uno.
Wien zweitausendneunzehn
Viena, o su recuerdo,
es áspero como la alfombra vieja de un hotel barato.
Esos hoteles impersonales que, al encontrarse en el lobby,
casi llegan a engañar a la conexión alma-cuerpo-cuerpo-vida,
pero al llegar a la habitación,
uno se siente tan vacío como derrotado.
El recuerdo de Viena es desalentador.
Es dulce, tal vez.
Pero de una dulzura que
puesta en contexto,
se disipa mientras la mirada,
puesta en el vacío,
se pierde en el horror del encontrarse solo.
Viena fueron los cuarenta kilos de peso.
El dolor asfixiante y húmedo del pecho
bajo la cama de un cuarto de hotel barato
donde las lágrimas de horror caían sobre la alfombra áspera con olor a nada.
Fue el desapego.
El rompimiento en partes que te hace desear la estocada final
porque la muerte a gotas es tortura.
Es la tortura del cuerpo.
El desgarro del alma.
Es la soledad en una cama junto a un cuerpo conocido.
El horror del abismo que se aproxima mientras uno se hace nada
entre las sábanas secas que caen de la cama
como agua fluyendo hacia el vacío
de esa alfombra áspera y gris
en una habitación de hotel en Arsenalstraße.
Broken vessels
Maybe what bleeds is not a broken vessel,
tears might have just become blood drops.
Maybe what bleeds is the heart as it misses,
as it longs.
Maybe what bleeds is not the body,
what is bleeding is the soul.
My soul bleeding the exile.
The exile that can't find quietude.
Blood that breaks the walls of the heart
that are not strong enough to contain the pain.
Life embraces me in its own inertia,
it takes me and pushes me
it doesn't allow me to look back.
Forcing me to hurry the pace
to take long strides while my eyes,
from time to time,
wish to look back to find shelter.
Home looks smaller and smaller,
my sight can hardly reach it.
I despair.
Nothing lies in front of me,
only a profound fog.
But the voice of life nudges me assuring
That there is life beyond.
I cannot see it.
“Trust me,” it repeats
While I walk with a bleeding heart.