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Cruzar el charco: Fantasías prometidas de la blanquitud

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por Jeannette del Carmen Tineo Durán
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Yoliando by Yagoga
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Una es aquello que deja, soy memoria andante. Vivo mis múltiples tránsitos migratorios, retozando con el tiempo. La migración abarca los movimientos de retorno, las idas y vueltas. Defino estos movimientos, como una cartografía afectiva o trenzado; caminos marcados por dolores, encuentros y desencuentros. Quienes migramos convivimos las fronteras y sus bordes, nuestras raíces se tejen en los contornos del “afuera-adentro” que demarca el estado-nación y su maquinaria de agregación, segregación o expulsión, dependiendo de qué tanto habitamos su deseo. Por esto, nuestro sentido de pertenencia o arraigo es limítrofe, respecto del lugar que nos fuimos y al que llegamos. Nuestro movimiento ocurre  en el “aire” con el viento; en el mar y su bravura, en los barcos con la muerte y los espíritus que protegen nuestro «atlántico negro». Nuestra memoria migrante actúa como re-existencia, aquí y allá; nos libera del “olvido que seremos”, siguiendo la metáfora de (Abad 2017).

Cada migración es única, envuelve mapas del‚ deseo, la imaginación y la frustración. Es distintiva según la piel de quien migra. No hay un movimiento homogéneo que explique para todes, a modo de tabula rasa, lo que somos como migrantes. Sin embargo, sabemos que las migraciones más injustas y dolorosas están relacionadas con la persecución, intimidación o abusos de poder que obligan a las personas a salir huyendo del territorio para salvar y “desnudar” la piel, frente a las múltiples fronteras que entrecruzan la dominación en la cotidianidad.

Somos una piel desnuda que habita la intemperie de las políticas del bienestar europeo. Las fantasías del progreso liberal nunca nos cobijan, más aún, somos su espejo incomodo, cuya imagen distorsiona los supuestos ilustrados en los que se funda Madrid. La igualdad, fraternidad, justicia y libertad es un discurso práctico que opera exclusivamente para el ensanchamiento de la blanquitud, sobre la base del silenciamiento, el ocultamiento y la explotación de los cuerpos, saberes e historias oscuras que manchan y ensucian la mentalidad blanca. Este elemento implica la domesticación del salvaje, en el sentido que plantea (Echeverría 2011), como táctica que procura el otorgamiento de blancura, es decir, humanidad en nuestro devenir otro, incivilizado.

El ideario de la blanquitud es esencial al proyecto moderno-colonial. En este sentido, la adquisición del socorrido discurso del derecho a la dignidad migrante, se obtiene por la vía del blanqueamiento. Estar en Europa nos devuelve a lo deseable, respecto a nuestros lugares de origen. Significa habitar un espacio fantasmagórico que otorga privilegios de localización racial, según el género y la sexualidad, en los contornos del discurso nacional del que provenimos. La blanquitud europea nos subsume y borra de sus contornos, pero simultáneamente nos “pare” y devuelve a los modos de vida civilizados que supuestamente son imposibles o están en carencia en nuestros territorios. Este discurso racista-reduccionista constituye la base motivacional para la práctica del “buenx migrante”.

Nuestros mundos migrantes-prietos no se imaginan por fuera de un apretado y compulsivo programa de inclusión e integración para llegar a SER, según las estéticas de individualismo, meritocracia y respetabilidad que ordena la supremacía blanca. Taylor (2017) señala como estas políticas del daltonismo racial reforzados por los discursos de la excelencia, disocian la responsabilidad estatal con las comunidades negras, frente a cuestiones materiales como la criminalidad, la violencia policial y las desigualdades en general. Es decir, factores de la subjetividad, y no del racismo estructural son los que responsabilizan a la gente negra-migrante de su bienestar.

Eslabonado a las políticas de “respetabilidad migrante”, existe el discurso de lo exótico o extravagante que cada metrópolis europea requiere, para mostrar su «diversidad o multiculturalidad» mediante la excentricidad. Son espacios acotados para la postal turística folklórica que banaliza y despoja cada experiencia del (des) territorio que cobija nuestra memoria (bailes, música, ropas, lenguas, decorado, trueques económicos-afectivos, etc.). Dicho discurso enlata y esconde el dramatismo virulento de las políticas de gentrificación con las que conviven nuestras comunidades. De todos modos, es inconmensurable a estas políticas, cómo estamos por todas partes, sosteniéndonos; abrazando estéticas que oscurecen el proyecto iluminado naZionalista de la Unión Europea.

El «drama latino», tal y como nos califican para burlarse de nuestras estéticas intensas, responde al modo salvaje o caníbal de expresarnos. Desde Colón hasta Felipe VI, caminamos ese lugar de lo indeseable que le devuelve a Europa su humanidad, bajo cartas caritativas y de salvamento. Hoy significamos políticamente nuestro drama, como una cartografía re-existente, como una posibilidad antisistema de huir como cimarronxs en quilombo de la expulsión blanca.

En fin, nuestra intensidad constituye una forma de reparar y afrontar la necropolítica «bailando nuestras penas»; arropando nuestras memorias en bachatas, cumbias, salsas, reguetones y boleros que nunca podrán quitarnos, porque nuestro dramatismo-telenovelesco, es de algún modo, habitar «la casa del amo sin sus herramientas», como diría Lorde (1988). Sin dudas, nuestra prietud caribeña ruidosa, escandalosa y exagerada con una estética cargada kitsch, incómoda los supuestos blancos del silencio, de la mesura del estilo clásico-moderno. Se trata en cierto modo, como señalan Piña y Masson (2018), “de la venganza de Marimar” como una apuesta contra las políticas de racionalización y blanqueamiento del amor. Como respuestas que nos permiten “escupir la rabia y sacudir la memoria” (Lynch 2018).

Está explorado que las migraciones se relacionan con las “cadenas globales de cuidados” según las formas en que se ordena el capital; sin embargo, poco se aborda desde las lógicas del feminismo hegemónico (Espinosa 2012) cómo opera la racialización del género en esta cadena. La historia de Ana Julia Quesada, demuestra cómo son leídas las dominicanas, en el espectro del “color del espejo” (Santiesteban-Mosquera, 2017), en el tejido de las migraciones que están determinadas por el destino de criminalización (cárcel) y muerte que impone la colonialidad del género (Lugones 2010).

No todas las migraciones disponen del mismo passing. Son los cuerpos “sin papeles”, los que saben cómo cotidianamente se resiste a la violencia racista institucional, principalmente policial. Son estos cuerpos quienes conviven la virulencia de un sistema de salud, educación, vivienda  que nada tiene de bienestar, si no de muerte en el sentido de enemistad-muerte que describe Mbembe (2018). Se trata de una tecnología de regulación de los movimientos migratorios “mediante la excreción de aquellos y aquellas que, en varios aspectos, eran considerados superfluos, supernumerarios en el seno de las naciones colonizadoras” (p.23). Indica el autor que este mecanismo permite que ciertos cuerpos, a los fines de esta reflexión, los cuerpos sin papeles, sean portadores de una identidad indeseable o intercambiable. Sofía Perdomo (2018), lo describe magníficamente como una “no identidad existente” que constantemente recrean las políticas de extranjería.

La brutalidad de la violencia racista policial es constante e insidiosa sobre los cuerpos negrxs que realizan comercio informal; en las políticas de vivienda y para quienes oKupan; en el transporte, en el supermercado y los aeropuertos… ¡la lista de espacios es extensa! ¿Quién puede moverse en los contornos de la fantasía-bandera de la UE y sus doce estrellas? Unidad, solidaridad y armonía son principios profundamente arraigados en el pasaporte de la supremacía blanca (masculina, cis-hetero, adulta, sin diversidad funcional, etc.).

¿Cuáles son los cuerpos que pueden ejercitar esa pretensión de unidad, solidaridad y armonía que anuncia la bandera de la UE? Obtendremos respuestas dramáticas en cada barco intersectado en el Mediterráneo; en cada Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE); en cada denegación del Estatuto de Refugiado (más de 2,000 por año); en cada “vuelo caliente” hacia África o hacia América Latina y el Caribe; en cada redada policial dirigida a los hermanos manteros en la Gran Vía... En estos actos se demuestran los principios de la necropolítica colonial, funcional a la consolidación de la metrópolis madrileña como centro.

Analizo la historia de Ana Julia Quezada en estos términos. Ella representa la otredad caníbal, fantásticamente especular en los términos del andamiaje que adscribe el Caribe Dominicano. La grafía-corporalidad de Ana Julia recuerda que la acumulación originaria y presente de Europa, se debe precisamente al espíritu endemoniado de los cuerpos de las mujeres negras, catalogados como bestias de carga (Federici, 2016) que carecen de razón, cuyo destino esperado es la cárcel o la muerte, dada su idiosincrasia animal. Llama la atención cómo esos imaginarios están concatenados a una (tripe) moral sexual asociada al género, la raza y el lugar que la inscribe en la “suciedad de la puta”, elemento crucial con que se caracteriza actualmente los espacios de la dominicanidad en España1.

Somos enjambre negra, oscura, prieta/marrón un conjunto de historias rotas que recomponemos en la soledad y el baile compartido. En cada comida compartida y en cada calle repoblada. A nuestro modo, en nuestro tiempo, con nuestras voces y sonidos. Con el gesto de la palabra y los silencios que el mundo blanco no entiende. Ahora necesitamos susurrarnos secretos – tal vez escuchar las voces de tantxs que nos hablan sin palabras. Para eso, requerimos del silencio blanco, no de su explaining o exigencia de pedagogía constante.

Denunciar el racismo estructural de la España y sus múltiples relatos de conquista, es un acto de re-existir en prietud, porque este estado-nación se escabulle de su responsabilidad histórica con la maquinaria racista. Nuestro activismo migrante-antirracista implica impugnar los contornos de las calles que transitamos, implica una “contra-memoria” o anti-relato oficial que supone el recuerdo, de que cada parada del metro es alegórica a nuestra herida colonial. Es recordar que cada 12 de octubre, “no tenemos nada que celebrar”, pero sí conmemorar a nuestrxs muertxs y a la larga historia de cobijo que nos hemos dado, para tenazmente expulsar lo blanco de nuestros sentidos: Anacaona, Enriquillo, Lemba (...) Lucrecia Pérez y todxs les demás que con sus “poderes” y “misterios” nos acuerpan “aquí y allá”.

Este análisis se basa en una investigación más extensiva, actualmente en desarrollo, en torno a los imaginarios de género, raza, edad y sexualidad en torno a la diáspora dominicana en el estado español.

Bibliografía

Anzaldua, Gloria. «La Prieta» En Esta puente mi espalda, de Cherríe Moraga y Ana Castillo. San Francisco , California: ism press, 1988.

Lynch, Caborca. «Ejercicios para escupir la rabia y sacudir la memoria». Devuélvannos el Oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales. Madrid, España: Colectivo Ayllu, octubre de 2018. 139-148.

Echeverría, Bolívar. Modernidad y blanquitud. México: Era, 2011.

Espinosa, Yuderkys. «De por qué es necesario un feminismo descolonial: diferenciación, dominación co-constitutiva de la modernidad occidental y el fin de la política de identidad», Solar 12 (2012):141-171. Doi: 10.20939/solar.2016.12.0109

Abad Faciolince, Hector. El olvido que seremos . Bogotá : Alfaguara , 2017.

Federici, Silvia. Calibán y la bruja: Mujeres cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de Sueños, 2016.

Lorde, Audre. Las herramientas del amo nunca desarmarán la casa del amo , en Esta puente mi espalda, ed. Cherríe Moraga y Ana Castillo, 89-93. San Francisco: ism press, 1988.

Lugones, María. Colonialidad del género. Tabula Rasa 9 (2008), http://www.revistatabularasa.org/numero-9/05lugones.pdf. (Consultado el 5 de septiembre 2019).

Masson Córdoba, Lucrecia y Piña, Yos. «Contra la racionalización o blanqueamiento del amor. La venganza de Marimar». Devuélvannos el Oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales. Madrid, España: Colectivo Ayllu, octubre de 2018. 110-117.

Mbembe, Achille. Políticas de la enemistad. Barcelona: Futuro Anterior y Nuevos Emprendimientos, 2018.

Perdomo, Sofía. NIE (No Identidad Existente).Devuélvannos el Oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales . Madrid, España: Colectivo Ayllu, octubre de 2018. 56-58.

Santiesteban-Mosquera, Natalia. El color del espejo: Narrativas de vida de mujeres negras en Bogotá. Cali: Universidad ICESI y Centro de Estudios Afrodiaspóricos, 2017.

Taylor, Keeanga-Yamahtta. Un destello de libertad de #BLACKLIVESMATTER A LA LIBERACIÓN NEGRA. Madrid: Traficantes de Sueños , 2017.

Jeannette del Carmen Tineo DuránDoctoranda del programa Interuniversitario de Estudios Interdisciplinares de Género. Psicóloga con experiencia en el campo terapéutico, la docencia y la investigación social. Caribeña, feminista antirracista, afrodiaspórica. Lesbiana, a ratos poeta.